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"Cuando una nueva tecnología emerge con el potencial de cambiar la forma en que la gente vive y trabaja, también genera un vivo debate acerca de su impacto en nuestro mundo, y preocupación sobre la forma en que debe ser adoptada..."

domingo, 23 de octubre de 2011


SABER LEER OTROS LENGUAJES

Luis Bernardo Peña Borrero


El verbo leer ha estado asociado toda la vida con los textos escritos. El diccionario todavía lo define como “pasar la vista por lo escrito o impreso, haciéndose cargo del valor y la significación de los caracteres empleados”. Enseñar a leer significa iniciar al niño en la lectura alfabética, esto es lo que quiere decir literalmente alfabetizar. Decimos que un niño es capaz de leer cuando empieza a comprender el código escrito y a expresarse mediante él, y cuando nos referimos a alguien como un lector o una lectora queremos significar que tiene un contacto cotidiano con los libros; consecuentemente, un no lector es el que no lee o lee muy pocos textos escritos. Los educadores estamos preocupados porque los jóvenes ya no leen o porque no leen lo que nosotros quisiéramos que leyeran y que dediquen, en cambio, tanto tiempo al cine, a la televisión, a la música rock o al computador. Y puesto que creemos que la lectura es de libros exclusivamente, los hemos dado de baja como lectores y hemos terminado por declarar a los medios de comunicación y las nuevas tecnologías como enemigos número uno del libro y la lectura.
Pero hoy están ocurriendo muchos cambios que nos obligan a revisar esta idea que tenemos de la lectura. ¿Por qué no, en lugar de seguirla limitando a lo escrito, pensar en una concepción de lectura que abarque también otros lenguajes? Esto nos cambiaría por completo el panorama desolador de la que se ha denominado “la crisis de la lectura”: de pronto esa crisis no tendría sólo significado negativo; tal vez habría muchas más cosas por leer y muchos más lectores de los que creemos. Los que hasta ahora hemos visto como enemigos pasarían a ser nuestros aliados y la lectura, en lugar de ir en descenso como se nos ha dicho, podría incluso encontrarse en plena expansión.
Pienso que más que al fin de la lectura, estamos asistiendo a una profunda mutación de las formas de leer. Esta mutación obedece, por un lado, a las transformaciones históricas que han venido dando nuevas configuraciones desde hace tiempo a todos los órdenes de la cultura, pero no solo a la cultura escrita. Los avances recientes en las tecnologías digitales han servido como catalizadores para precipitar esta crisis, que no es solo de la lectura, sino más bien de una manera particular de leer. Y no todo lo que ésta moviliza atenta necesariamente contra la cultura escrita; de hecho puede contribuir a enriquecerla. Más que a la agonía del lenguaje escrito, estamos asistiendo a la aparición de nuevos modos de escribir y de leer.

Las nuevas tecnologías configuran nuevos lenguajes
Las nuevas tecnologías de la comunicación tienen mucho que ver con esta redefinición del verbo leer. No me interesa tanto hablar aquí de la capacidad que tienen estas tecnologías para transportar información, acortar las distancias o manipular la opinión pública (ya se ha hablado mucho sobre estos aspectos). Me parece mucho más interesante explorar cómo el desarrollo de nuevos medios de comunicación trae consigo la aparición de nuevos lenguajes, de diversas formas de representación y modos diferentes de sentir, de ver y de decir.
Si queremos comprender a profundidad el impacto de los medios de comunicación, tenemos que ir más allá de su función instrumental. Más que instrumentos que sirven para facilitar o acelerar la comunicación, los medios son, ante todo, ‘configuradores´ de nuevos lenguajes. Quisiera hacer énfasis en el plural, porque siempre hemos hablado de lenguaje en singular, y para referirnos exclusivamente al lenguaje de las palabras. Las modernas tecnologías de la comunicación siguen utilizando el código verbal, aunque integrado con otros, como en el caso del computador, que combina las imágenes, la palabra escrita y el sonido para construir con ellos una nueva forma híbrida de lenguaje.
Cada medio tiene un lenguaje propio para representar el mundo. Pero más que una simple copia de la realidad, esta representación es una forma particular de ver y comprender. Los medios no sólo comunican los hechos sino que los crean. Cuando en un noticiero vemos el espectáculo desolador de la devolución de unos rehenes por la guerrilla en Cali, o el linchamiento de un zapatero en las calles de Chinchiná, la televisión no está simplemente mostrándonos lo que pasó, está dándonos una versión particular de esos hechos, un punto de vista, una mirada que está muy lejos de ser neutra. El mismo hecho, lo sabemos como televidentes, aparece muy diferente cuando es contado por diferentes noticieros. Un ‘partido de fútbol no es lo mismo transmitido por radio que por televisión y jamás podrá reemplazar la vivencia de estar en el estadio´.
Mucho de lo que es importante saber hoy día, muchos de los relatos que le interesan a la gente, que le dan sentido a sus vidas, circulan a través de estos nuevos medios de comunicación. De ahí el gran atractivo que ejercen, sobre todo entre los más jóvenes. A través de estos nuevos lenguajes, se están diciendo cosas diferentes, se tocan temas de los que antes no se podía hablar públicamente, se muestran facetas desconocidas de un mundo que ya creíamos haber descubierto del todo. Los noticieros, las telenovelas, la Internet, han llevado hasta la intimidad de los hogares temas que, hasta hace poco, nunca se trataban en familia o no eran aptos para menores. Canales como Discovery, National Geographic, o People and Arts han puesto los conocimientos que estaban reservados para unos pocos en manos de los niños, de los analfabetos y de las personas que no tuvieran la oportunidad de estudiar; a través de ellos, hemos recibido un curso acelerado sobre el Himalaya, el universo que está más allá de la órbita terrestre, la historia del hombre, el comportamiento de los animales, las ciudades y las culturas de otras partes del mundo. Muchas personas encuentran en estos nuevos lenguajes dimensiones de sentido que antes no estaban presentes en sus vidas.
En la esfera del lenguaje, uno de los cambios más drásticos que ha traído consigo esta revolución en las tecnologías de la comunicación ha sido el redescubrimiento de la imagen. La televisión volvió a poner en primer plano este lenguaje que la humanidad utilizó por milenios, pero que había sido desplazado de ese lugar por el advenimiento de la escritura y de la imprenta. No hay que olvidar que las primeras escrituras son llamadas pictográficas, precisamente porque eran dibujos simplificados de las cosas que representaban.
Desde sus mismos orígenes, el arte de hacer libros estuvo también asociado con la imagen; así lo testimonian los manuscritos medievales, en los que las formas caligráficas y los dibujos forman un todo con el texto, y toda la historia del libro a partir del siglo XV, íntimamente ligada a la del grabado y la fotografía. Incluso hay día es cada vez mas raro encontrar un texto impreso en el que las palabras no estén entremezcladas con las imágenes. Basta comprar libros de texto actuales con aquellos en los que estudiamos no hace muchos años, para darnos cuenta de que una de las mayores diferencias entre unos y otros está en la utilización de la imagen como forma de mediación pedagógica.
La escuela no puede seguir siendo indiferente ante la pluralidad y heterogeneidad de textos, relatos y escrituras (orales, visuales, musicales, audiovisuales y telemáticas) que hoy circulan, de estos nuevos saberes y lógicas que se escapan al control del maestro y que constituye un poderoso medio de socialización, de transmisión de valores, pautas de comportamiento y estilos de vida. En su proyecto educativo, la escuela debería incorporar como objeto de estudio los relatos y las estéticas audiovisuales y no limitar al uso de los medios de función instrumental, es decir, a su utilización como simples ayudas de proceso pedagógico. "Para muchas escuelas, - afirma Martín Barbero- la presencia de la videograbadora o del computador forma parte del conjunto de gestos que es indispensable hacer para que el rostro, o mejor, la fachada de la educación, cambie dejando el resto igual. Son gestos dirigidos más hacia afuera que hacia adentro, es el prestigio del colegio lo que se vería comprometido con la ausencia de ciertas tecnologías comportadoras en sí mismas de un status moderno y por tanto modernizador.”

La lectura en la nueva galaxia
Esta revolución en las tecnologías de la comunicación está produciendo un cambio de paradigma de la lectura que implica una transformación de los textos, los contextos, los públicos y los modos de leer.

En primer lugar, con el surgimiento de estas nuevas formas de representación, tenemos ahora no sólo más, sino nuevas y diversas cosas que leer. Dominado durante mucho tiempo por la escritura, el espacio textual se ha expandido para contener textos escritos en otros lenguajes. Estos mensajes que circulan a través de nuevas tecnologías han entrado a formar parte del vasto repertorio que hoy constituye una oferta diferente de lectura. La noción de texto, circunscrita por mucho tiempo a los textos escritos, se ha extendido también a los otros lenguajes: una telenovela o un noticiero, un concierto de rock o de música clásica, una canción, una ceremonia religiosa o un evento deportivo, deben ser considerados también como textos, es decir, sistemas de signos que se le presentan al lector como objetos de lectura.
El universo de los lectores también se expande. Si ver cine o televisión, o navegar por Internet son consideradas nuevas formas de lectura, sus actores tienen también todo el derecho a ser reconocidos como lectores. Además de lectores de libros, hay ahora lectores de lenguajes virtuales, de imágenes diagnósticas, de hipertextos, de videojuegos, de pantallas…Aparece un nuevo tipo de lector, un polivalente, capaz de moverse como pez en el agua por todas estas lecturas, del mismo modo que el que habla varios idiomas puede pasar de uno a otro sin darse cuenta y explotar lo mejor de cada uno de ellos para expresarse.
Surgen, asimismo, lectores que antes permanecían marginados de la lectura por su condición de analfabetos, es decir, por no tener acceso al código escrito. El lenguaje audiovisual les ha permitido a estas personas no solamente tener acceso a expresiones de la cultura que antes estaban reservadas por una elite, sino también compartir nuevas sensibilidades, relatos y formas de sociabilidad.
Los nuevos lectores nos están revelando también nuevas competencias lectoras. En un artículo titulado “Descifrando los códigos de la televisión: el niño como antropólogo”, Howard Gardner, investigador de la universidad de Harvard, muestra como, cuando un niño ve televisión, lejos de ser un receptor pasivo, está realizando un acto de lectura muy complejo, en el que tiene que aprender a leer el lenguaje visual utilizado por la televisión (como los planos o el montaje), descifrar las reglas que diferencian la televisión comercial de la pública, las motivaciones que están detrás de los anuncios comerciales, analizar el carácter de los distintos canales, los programas en vivo de los pregrabados.” Estas tareas- afirma Gardner – intimidarían hasta el más eximio etnógrafo.”
En otros campos, las personas que interactúan a diario con el computador tienen que desarrollar una gran velocidad de lectura y una gran concentración para manejar varios programas simultáneamente. En la ciencia médica, los avances en la tecnología de las “imágenes diagnosticas” suponen una competencia muy avanzada de parte del que las lee, para interpretar correctamente el lenguaje de las imágenes que proyectan los escáner o los dispositivos para hacer ecografías.
Las nuevas tecnologías determinan también formas muy diferentes de leer. A diferencia de los caracteres de la página impresa, la imagen demanda lecturas mucho más globales, más totalizantes.- Los medios audiovisuales nos obligan a hacer una lectura sumamente rápida de fragmentos que duran muy pocos segundos en la retina y con los que el lector tiene que ir construyendo un cuadro total. En la televisión o en el cine, el tiempo no se despliega de una manera lineal, es decir, del pasado al presente y al futuro, sino que está saltando permanentemente entre estas tres dimensiones.
Gracias a la mayor oferta de canales, del control remoto y la posibilidad que ya tienen algunos televisores de vivir la pantalla en varios recuadros, hemos ido aprendiendo una forma de leer completamente novedosa, que consiste en saltar de un canal a otro para seguir simultáneamente varios programas que versan sobre asuntos completamente diferentes. Sobra decir que ésta es una manera de leer que no tiene nada que ver con la que utilizamos los que hemos sido sobre todo lectores de libros. Los adultos hemos terminado por aprenderla (aunque con alguna torpeza); los más jóvenes, en cambio, la dominan y se sienten totalmente a gusto con esa forma de leer que obedece a reglas muy diferentes a las de la lectura de libros.

¿Leer o navegar?
Las nuevas tecnologías están cambiando los modos de escribir. El hipertexto es una nueva forma de escritura que reemplaza la lógica lineal por una estructura en forma de red, y que da lugar a una lectura eminentemente interactiva. La tecnología de la imprenta impone una escritura y una lectura lineales: el libro tiene principio y fin, está dividido en capítulos que tienen una secuencia prefijada por el autor, se lee de arriba hacia abajo y de izquierda a derecha, línea por línea, palabra por palabra. La encuadernación y paginación son una garantía de que este orden se cumpla en la lectura. En el hipertexto, en cambio, en lugar de seguir un solo trayecto de lectura, el lector está ante múltiples opciones; puede comenzar por cualquier punto y saltar de texto en texto, lo mismo que hace el televidente con su control remoto. Esto da como resultado una lectura muy diferente a la que se impuso con la cultura del libro; quizás por eso ya no se habla de leer, sino de navegar.
Esta lógica del hipertexto se acomoda mucho mejor a los modos de leer de los lectores jóvenes, influenciados por la sintaxis fragmentaria del cine y la televisión, donde la discontinuidad, las rupturas espacio-temporales, la simultaneidad de acciones y las ideas encontradas suelen ser la norma, más que la excepción. Éste es el modo característico de percibir y de leer el mundo propio de los jóvenes, que están dotados, como dice Jesús Martín Barbero, de una tremenda elasticidad cultural, y de una “plasticidad neuronal” que les permite una camaleónica adaptación a los más diversos contextos y les otorga una enorme facilidad para los “idiomas” de la tecnología.

Vigencia y transformación del libro
Nos queda pendiente todavía un interrogante: ¿Cuál va a ser el futuro del libro en medio de esta revolución desencadenada por las nuevas tecnologías de la comunicación? ¿Se harán, ahora sí, realidad los vaticinios sobre su presunta desaparición?

También se dijo, en su tiempo, que la fotografía acabaría con la pintura; que el cine terminaría con el teatro y con la novela; y que la televisión clausuraría el imperio del cine. La historia nos ha enseñado que el asunto no es tan simple. Casi nunca se ha visto que una nueva tecnología haya aniquilado la anterior; más bien ha producido en ella profundas transformaciones: la fotografía modificó la manera de pintar (¿el impresionismo no es una rebelión contra el retrato?); el teatro y la literatura incorporaron elementos del cine.
Lo mismo podríamos decir del libro: no estamos asistiendo a su muerte sino a su transformación; no se trata de la extinción de la Galaxia Gutenberg, sino de su integración a una constelación mucho más grande.
Como escribe Umberto Eco, “hablar de una guerra entre lo visual y lo escrito me parece un tema totalmente superado; lo que necesitamos analizar es, por el contrario, la sinergia entre estos dos lenguajes.” Rechaza, por eso, “la actitud maniquea de los falsos intelectuales, para quienes la escritura es el bien y la imagen, el mal; la una, cultura, y la otra el vacío. Recordemos que la imagen existía ya en Da Vinci o en Rafael, y que éstos nos dicen cosas que las palabras no pueden decir.”

La pregunta no es, entonces, si las nuevas tecnologías van a reemplazar al libro, sino cuál es ese lugar único que le corresponde al libro en esta nueva galaxia. Una cosa es cierta: el libro ya no será más el centro del universo cultural, como lo fue durante un tiempo muy largo, tanto así que configuró toda una manera de pensar y una pedagogía centrada también en la enseñanza y el aprendizaje de los textos, que ha dejado su impronta en la escuela hasta nuestros días. En el nuevo entorno creado por las tecnologías de la información, el libro no podrá seguir siendo el texto único de la escuela, ni el único eje en torno al cual giren todo el currículo y las prácticas pedagógicas (de hecho, el libro informativo y los manuales de enseñanza ya están empezando a ser sustituidos por la tecnología informática.) En un modelo educativo que incorpore de una manera inteligente las nuevas tecnologías, el libro de texto será sólo un elemento más dentro de un entorno en el que circulan otras formas de comunicación.
Además, sus funciones tendrán que redefinirse, de modo que no se trate de suplir con él lo que pueden hacer mucho mejor otros medios.
Lo que sí veo muy difícil es que las nuevas tecnologías puedan darnos aquello que únicamente se encuentra en los verdaderos libros: una habitación propia, un espacio mucho más personal, más íntimo, donde poder encontrarnos con nosotros mismos; esa otra manera de habitar el tiempo que nos ofrece la lectura reflexiva y reposada. O, como lo ha dicho tan bellamente Michael de Certau, "esa posibilidad de crear rincones de sombra y de noche en una existencia sometida a la transparencia tecnocrática.”

Regresemos al punto por donde habíamos comenzado toda esta reflexión. No podemos seguir viendo los medios de comunicación y las nuevas tecnologías informáticas como a fantasmas que acabarán por derrotar la lectura cuando, por el contrario, la están enriqueciendo. Lo que ha ocurrido con el surgimiento de estas tecnologías es una explosión de nuevos lenguajes y formas de comunicación capaces de registrar nuevos relatos, de lógicas, saberes y sensibilidades diferentes; este fenómeno ha desencadenado una expansión del universo textual, una redefinición de los públicos lectores y una transformación de los modos de leer. La evolución hacia la pluralidad y la heterogeneidad de lenguajes y formas de representación ha producido una crisis de lectura, aunque ésta deberá ser entendida en sus sentido positivo, es decir, como una crisis de crecimiento. Tampoco podemos seguir hablando de una guerra entre la palabra y la imagen, entre el libro y el computador, sino de una relación sinérgica entre los lenguajes diferentes que, en últimas, amplia y enriquece las formas de expresión humanas. Pero, ante todo, lo que todas esas mutaciones en el entorno tecnológico nos están indicando es que llegó la hora de cambiar nuestra estrecha mirada sobre lo que significa leer y escribir en una sola galaxia.